Brasil: Sembrando esperanza en una tierra herida

Por P. Dario Bossi, MCCJ

Las actividades mineras tienen un enorme impacto en la vida de las comunidades locales y los pueblos indígenas de Brasil. Vengo de un país en el que la minería ha causado desastres inconmensurables desde la época colonial hasta hoy. Tenemos que tomar nota especialmente de los crímenes cometidos por la empresa minera en 2015 en Mariana. Perdimos 11 vidas y toda una cuenca hidrográfica. Y en 2019, en Brumadinho, perdimos vidas y toda una cuenca fluvial y su biodiversidad.

La mayor mina de hierro a cielo abierto opera en la tierra donde trabajé durante diez años en la región amazónica. Está situada en el corazón de la selva amazónica. La minería en la región amazónica está aumentando y amenazando las tierras indígenas y las áreas naturales protegidas. Los indígenas luchan por sus derechos colectivos sobre la tierra y las áreas naturales protegidas, lo que les lleva a entrar en conflicto con las empresas mineras.

Uno de los efectos más peligrosos para las tierras indígenas y las comunidades fraccionadas es la extracción ilegal de oro. El Consejo Indígena Misionero de Brasil hizo recientemente un informe en el que presentó muchas denuncias sobre la extracción de oro. Por eso, en 2011, el Consejo Episcopal Latinoamericano Salam escribió una carta pastoral sobre la ecología integral. Definió el extractivismo como una tendencia desenfrenada del sistema económico a convertir en capital los bienes de la naturaleza. Entendemos que las masivas crisis climáticas y ambientales tienen su origen en este sistema capitalista que intenta convertir todo en minería.

Los estudios demuestran que las industrias extractivas están efectivamente relacionadas con el cambio climático. Se calcula que las emisiones mundiales anuales de la minería de combustibles fósiles se sitúan entre 90 y 140 millones de toneladas de dióxido de azufre, lo que equivale al 40% del total. Y la consecuencia que conocemos es el efecto invernadero. Por tanto, hay una conexión directa entre la extracción minera y la crisis climática.

Estrategias para la defensa de la minería

¿Qué estrategias aplicamos para defender a las comunidades y apoyar sus luchas? En primer lugar, apoyamos la resistencia de las comunidades locales en sus territorios. En nuestra convicción, la determinación y la vida de las comunidades locales están por encima de cualquier otro tipo de intereses y es el apoyo más crucial que podemos ofrecer a las comunidades para defender sus territorios. En este sentido, intentamos hacernos eco de sus reivindicaciones. Por eso es esencial desarrollar nuestra capacidad de comunicación y de creación de redes con nuestros grupos religiosos y organizaciones confesionales para amplificar sus reivindicaciones.

Otra estrategia es organizar la denuncia legal y aumentar las capacidades de defensa de la autoprotección. Como se pueden imaginar, las amenazas contra los líderes locales y las comunidades son enormes, especialmente en estas regiones en conflicto donde hay un conflicto de intereses entre, por ejemplo, los proyectos mineros y extractivos, la agroindustria, y cosas por el estilo. Estos conflictos han provocado amenazas a la vida de los defensores de los derechos humanos y la muerte de nuestros líderes comunitarios.

Además, llevamos el tema a la incidencia global. Así, por ejemplo, intentamos seguir la cadena de producción desde la minería hasta los productos que se venden en los mercados internacionales. Intentamos boicotear por la fuerza todas estas producciones que destruyen la región del Amazonas: la soja, la carne, el petróleo de las minas, que se está llevando de las tierras sagradas de los indígenas. Y otra estrategia internacional es apoyar el tratado legalmente vinculante sobre empresas y derechos humanos.

Por último, hacemos una campaña de desinversión en la minería. A partir de las reivindicaciones de las comunidades locales, la Red Iglesia y Minería tomó la iniciativa de llevar a cabo una campaña de desinversión en la minería. Creemos que es vital encontrar y mostrar la conexión entre los inversores y las empresas mineras, en particular las empresas mineras más peligrosas y más grandes que están destruyendo nuestros territorios. Así que estamos haciendo estos estudios basados en la comunidad y luego señalando el impacto crítico de estas empresas que conquistan nuestro continente. También intentamos mostrar quién las financia. Animamos a las congregaciones religiosas, a las diócesis y también a los bancos éticos a que verifiquen si inversiones están causando de alguna manera este canal de destrucción.

Quiero terminar mi relato haciéndome eco de un grito de una mujer estadounidense en la resistencia a la minería.

El agua envenenada y los metales en la sangre nos perjudican.

Los campos estériles y los frutos con sabor a contaminación nos perjudican

Nuestros vientres enfermos y la piel herida de nuestros hijos nos duelen

Muchas mujeres estamos al frente de la resistencia. 

Muchos de nosotros resistimos en silencio

Nos duele la minería que mata…

Pero esa es la fuente de nuestra fuerza para defender la vida

Estamos de pie; estamos luchando; estamos sembrando esperanza.

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