Mujeres en COP27: Tendiendo Puentes de Unidad a Través de la Espiritualidad

Paola Moggi CMS

Como mujer religiosa asistí por primera vez a una Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático el pasado noviembre en Egipto.

Ya en septiembre de 2018 tuve la oportunidad de participar en algunos actos del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU en Ginebra. Las suntuosas instalaciones del lugar y la inmensa variedad de gentes eran similares a lo que presencié en Sharm el Sheij, pero la presencia activa de mujeres en la COP27 fue una total sorpresa para mí.

En 2018, en Ginebra, Michelle Bachelet presidía el CDH, pero no eran muchas las mujeres que contribuían activamente a los debates. La COP27, en cambio, aunque presidida por un hombre (Sameh Shoukry), vio a menudo a mujeres en primera línea, tanto en las delegaciones como en los paneles o en los actos organizados por las organizaciones de la sociedad civil.

Un mapa precioso

El Grupo de Mujeres y Género (WGC) se mostró especialmente activo, con continuas alertas y actualizaciones a través de su chat. El WGC es uno de los nueve grupos de partes interesadas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Creado en 2009, en la actualidad está formado por 34 organizaciones de mujeres y ecologistas de la sociedad civil comprometidas a garantizar que la igualdad de género se integre en todos los procesos y resultados del marco de la CMNUCC.

Al principio de la COP27 pedí a su secretaría que me mantuviera informada sobre las iniciativas relacionadas con las mujeres. En un abrir y cerrar de ojos obtuve una lista detallada de los actos organizados por los miembros del WGC, sus aliados y una red de más de 600 feministas.

También se incluían otros actos clave sobre igualdad de género y acción climática feminista; de cada uno podía obtener la fecha, el tema, los organizadores, el lugar y la hora.

Gracias a este mapa detallado, pude empezar a explorar el laberinto de salas, pabellones y salas de conferencias de la COP27: ¡todo un reto!

Accedí a una gran variedad de temas, desde la justicia climática a las iniciativas de adaptación lideradas a nivel local, desde la financiación con perspectiva de género a la transición justa con perspectiva de género, pero lo que más me sorprendió fue la suave determinación de las mujeres indígenas y la chispeante creatividad de las mujeres activistas.

Mujeres indígenas tranquilas

Las mujeres indígenas son las verdaderas expertas en “soluciones basadas en la naturaleza”: a la agricultura inteligente de alta tecnología de las “grandes empresas” responden con la agricultura orgánica “a la antigua”, es decir, “soluciones basadas en la naturaleza” que han atesorado servicios ecosistémicos durante siglos y de forma muy sostenible. Las mujeres indígenas hablan de salud planetaria y aprecian el misterio de todo lo que existe, hasta el punto de detectar la “eco-enfermedad” por la “voz del agua” y el “color del hielo”. Del Sahel a Alaska, del Amazonas a Micronesia, su visión del mundo fomenta una síntesis de conocimientos tradicionales y ciencia moderna, de generaciones pasadas y futuras, de seres vivos y no vivos.

Sus encuentros siempre estuvieron impregnados de espiritualidad, ya que en la creación todo está conectado y exige respeto mutuo.

Gritos feministas

Las mujeres activistas fueron la otra sorpresa. Expresaban su protesta en voz alta, pero a menudo mediante canciones y bailes.

El 17 de noviembre de 2022, las organizaciones de la sociedad civil se reunieron en Ramses Hall para presentar “La Declaración de los Pueblos”. Miles de activistas estaban allí; en el escenario, los líderes de CAN estaban listos para dirigirse a ellos. Para mi sorpresa, el acto comenzó con dos oraciones de nativos americanos: la primera del Amazonas y la segunda de la nación primaria de Alberta (Canadá).

A su vez, todos los representantes de los grupos de la CMNUCC subieron al escenario y se dirigieron a los reunidos. Gina Cortés habló en nombre del CGM; todos los demás oradores, excepto uno, eran también mujeres: representaban a jóvenes y niños, pueblos indígenas, sindicatos, organizaciones de justicia climática y comprometidas con la justicia medioambiental y racial. También subió al escenario una mujer del Sahel. Al final, se leyó en voz alta la carta de la hermana de Alaa Abd El Fattah, preso de conciencia en Egipto: “¡Liberad a Alaa! ¡Liberadlos a todos!” resonó con fuerza en la sala. La conclusión estuvo protagonizada una vez más por mujeres: ellas abrieron el camino de salida expresando “unión” con un baile improvisado. Miles de activistas las siguieron, coreando y bailando mientras expandían su energía positiva hacia el exterior. Las mujeres se desbordaron por pasillos y callejones, ante la mirada atónita de los transeúntes: su estilo era totalmente distinto del protocolo formal de las distintas delegaciones del Partido [es decir, gubernamentales].

Las mujeres, bailando, guiaban a la gente fuera de la Sala Ramsés, ¡igual que en la Biblia Miriam y las mujeres cantaron y bailaron cuando Israel atravesó el Mar Rojo!

Una búsqueda común de la espiritualidad

El 19 de noviembre mi última sorpresa fue en el aeropuerto. La COP27 había terminado oficialmente, pero las agitadas negociaciones seguían en marcha y unos cuantos activistas se quedaron para presionar a las delegaciones. Esperaban conseguir “resoluciones justas” de última hora sobre cuestiones clave. Entre ellos había algunos miembros del WGC que seguían enviando actualizaciones sobre decisiones muy debatidas.

Su último mensaje llegó a última hora del día desde el monte Sinaí: habían subido a él para respirar “la profunda espiritualidad del lugar”. ¡Qué sorpresa! Incluso esas “mujeres luchadoras” -no afiliadas a ninguna religión en particular- ¡anhelan alimentarse espiritualmente!

En la COP27, las mujeres tendieron un verdadero puente sobre la “brecha espiritual” entre, por un lado, los paladines del capitalismo, que anuncian soluciones de alta tecnología, y, por otro, personas de muy distinta condición que ofrecen “soluciones espirituales”. Las mujeres dejaron claro que todos tenemos que redefinir en qué consiste el “bienestar”, y hacerlo escuchando respetuosamente a la creación.

Incluso las feministas aparentemente “agresivas” que conocí en la COP27 percibieron el poder y la profundidad de la espiritualidad, no de la religión, que a menudo divide, sino de la espiritualidad, que une tantas diferencias en armonía. Todo está entretejido, y la espiritualidad puede realmente “conectar” el mundo.

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